“No registraba que era obesa”

 

Hace dos años alguien le habló sobre la posibilidad de una cirugía bariátrica y ella, que solo tocaba el tema de oído y que ya había perdido registro del sobrepeso con el que cargaba, se acercó a un grupo de personas con obesidad que trataban el tema, en el que se explicaban los aspectos positivos y negativos de la operación. Escuchó todo con atención, dijo que volvería pero se fue directo a un local de comidas rápidas y, mientras comía un combo, llamó a su hermana para contarle cómo le había ido. “Le dije que estaba todo bien, pero que eso era algo para gordos, pero gordos obesos, no para mí que claramente no era mi caso. Ella me contestó como una persona que me ama: ‘Gorda, llegá a tu casa, parate en ropa interior frente al espejo y llamame’. Le corté el teléfono. La conversación me pegó muy duro, pero llegué a mi casa y lo hice: no pude creer lo que veía”, cuenta Antonella Di Petro, que en ese momento tenía 34 años y no era consciente de que ya había superado ampliamente los 130 kilos de peso. “No registraba nada: ni los kilos, ni los trastornos de salud que venían aparejados, ni mi cansancio cuando estaba de pie más de una hora. ¡Nada! Me veía divina, no tenia idea del mal que le estaba haciendo a mi cuerpo. No era como el resto de las personas obesas que viven escondidas. Yo me hacía ropa con un diseñador súper top y tenía cero vergüenza. Ahora veo fotos de esa época y no me reconozco”, confiesa.

Ella tampoco había escuchado jamás hablar sobre fatorexia, un trastorno de la conducta alimentaria unido a una distorsión de la imagen corporal. Lo contrario a la anorexia: la persona se mira al espejo sin tomar consciencia de su estado real, viéndose delgados aunque todo su entorno y hasta profesionales médicos le marquen algo sobre su peso o le recomienden comenzar un tratamiento para adelgazar. Ellos seguirán creyendo que lo que ven es lo real.

Comerse las palabras

Antes de ese reconocimiento frente al espejo, su vida era el sueño de muchas mujeres. Había cumplido con todos los mandatos: se había casado con el candidato que le gustaba a su familia; tenía una casa hermosa a la que le renovaba la decoración muy seguido; viajaba varias veces al año; comenzó a armar su empresa de organización de eventos que tenía cada día más repercusión en los medios porque sus clientas eran famosas; había publicado el primer libro del país sobre el auge de los baby showers y ganó el premio Atrevidas como Empresaria Joven.

Todos motivos para ser feliz pero ella no lograba serlo, la realidad era otra: “Comía sin parar cada una de las palabras que no decía, no era feliz con mi matrimonio, puertas adentro y empecé a cargarme de kilos por comer en noches de angustia. Un día dije basta, me fui de mi casa y decidí operarme: ahí todo cambió, nací otra vez”, admite.

El después

Junto a los especialistas que la atendían, decidieron que la mejor opción era la cirugía bariátrica y por ese camino fueron. Luego de la recuperación, comenzó a hacer ejercicios y como todas las personas que pasan por ésa experiencia, cambió su alimentación.

Los dolores que acarreaba junto a su sobrepeso comenzaron a irse, aunque aún tiene algunas complicaciones: “Yo tenía insulino resistencia, estaba medicada desde hacía 6 años y no podía controlarlo, producto de la obesidad. El día antes de la operación cortás con todo tipo de medicación. Los primeros estudios demostraron que mis resultados en sangre eran normales, ya me lo habían anticipado en el instituto, pero eso es SALUD. Lo que gané con la cirugía es una vida sana, saludable”, explica. Las marcas de aquella época las llevará para siempre: “Me siento mal si como de más. Además sufro dumping, un síntoma que se provoca cuando comemos algo muy dulce, me baja la presión y siento como la sangre contaminada, me duele mover todo el cuerpo, es una sensación que dura unos 20 minutos, depende de lo que comiste. A otras personas le dan ganas de ir al baño, en cada cuerpo es diferente. Mis dumping fueron por comer un paquete entero de caramelos masticables. También tengo una lista negra de alimentos que no puedo comer o debo tener cuidado. No puedo almorzar o cenar con agua, sólo puedo tomar líquido media hora antes de las comidas, entonces arroz o ñoquis es como una piedra y no me pasa. El top de la lista es el helado, probé varias marcas, light, aptos celíacos, pero no lo tolero, jamás pude volver a tomar uno”.

Lucha diaria

La clave en el tratamiento es ir paso a paso, y no comer nada que no incluya cada etapa. Antes de la cirugía, dejó atrás su vida sedentaria y comenzó a caminar y una en el gimnasio. “Son cambios de hábitos, muchas veces cuesta, no tengo ganas de salir a caminar pero hay que pensar a dónde uno no quiere volver”, asegura. ¿Tentaciones? “Muchísimas, me encantan las golosinas. Pero ahora el cuerpo es diferente, hay una frase que me repite la nutricionista ¨Escuchá tu cuerpo¨, es una manera de conocer cuándo es suficiente un plato, nuestras porciones son mucho más chicas. Si uno hace las seis comidas no tenés hambre. Todo cambio, cuesta y si tenemos una recaída, hay que saber volver rápidamente al camino de la rutina sana. Tengo mente de gorda, tentaciones voy a tener siempre”.

Reformulando los sueños

Tiempo después encontró un nuevo amor, se casó hace dos meses y se cumplió su mayor sueño: está embarazada, “algo con lo que no podía ni fantasear por el tremendo sobrepeso”.

Hubo pequeños detalles en lo cotidiano que le hicieron notar el cambio. “Tuve que volver a hacerme el DNI porque me pasó de ir a comprar con tarjeta a un local y que desconfíen de que yo no era la de la foto. También disfruto de comprarme ropa donde realmente me gusta y no solo dónde haya talles, como me pasaba antes”.

Su mensaje es inspirador: “Ojalá que mi testimonio les sirva a muchas personas que hoy tapan miedos o tristezas comiendo, se enojan si les dicen algo sobre su peso y, muchas veces, ni siquiera pueden mirarse en el espejo. Hay que escuchar el cuerpo, cuidarse, sino no van a ser felices nunca. Yo veo fotos mías viejas: sonreía y supuestamente era feliz, pero a esa cara le faltaba luz, alegría. Hoy mi sonrisa es real”.