Charly, del coma a los autos de lujo

Tenía 28 años cuando un accidente lo dejó de cara a la muerte y con secuelas gravísimas. Tuvo que aprender todo de nuevo y hoy… es mecánico de motores de alta competición.

El rugir de los motores siempre le gustó. “ Era pistero”, recuerda. Hoy Charly Cambón se mueve despacio, sonríe y cuenta. “Me gustaban los autos preparados, me pegué varias piñas… Hoy creo que era un inconsciente.” Vivía a pura adrenalina y a los 28 años estaba por terminar su carrera de contador, estaba por casarse. Pero un día, un accidente de snowboard en Bariloche dejó esos proyectos atrás.

“Politraumatismo encéfalo craneal grave, paro cardiorrespiratorio con Glasgow 4/15- esta es una escala para medir el coma, donde el peor es 3 – focos convulsivos múltiples, asistencia respiratoria mecánica y alimentación enteral. Presentó interrecurrencias infecciosas y crisis diencefálicas. Requirió  neurocirugía de urgencia y tratamientos múltiples en UTI (unidad de terapia intensiva). Luego, internado en un centro de rehabilitación, permaneció en coma durante 6 meses.” Así se describe su cuadro en la historia médica.

Decidieron trasladarlo a su casa. Y cuando nadie lo esperaba, a las 48 horas, despertó.

Un lento regreso

Pasaron algunos años, en los que Charly mejoró de a poco, haciendo rehabilitación permanentemente, acompañado por una asistente motora las 24 horas. Un día, la vida quiso que el lugar donde estaba concurriendo a hacer su terapia dejara de funcionar y llegó a un sitio nuevo, AlunCo. La directora, Karina Bustos, describe cómo fue su ingreso.

“ Llegó en enero de 2008. Estaba lúcido, tenía cuadriparesia espástica y ataxia, trastornos visuales con estrabismo divergente, cognitivos y del habla y se movilizaba en una silla de ruedas que él propulsaba esporádicamente. Siempre llegaba en ambulancia y acompañado de una asistente motora. Desde su llegada, nuestro objetivo fue generar un proceso que permitiera devolverle a Charly su integridad. El había pasado de ser un joven independiente con una vida social intensa, a punto de ser profesional y con un proyecto de pareja, a ser un individuo dependiente y limitado hasta en sus funciones más básicas. Fue atravesando diferentes módulos de tratamiento, para lo cual hubo que diseñar estrategias y evaluar las potencialidades remanentes a nivel físico, cognitivo y psicológico, luego del cambio rotundo de vida a partir del accidente.”

Trabajo intensivo

Cuatro veces por semana durante cuatro horas, Charly concurrió al centro desde su hogar en Núñez. Por supuesto, se buscaban los objetivos habituales de la neurorehabilitación, mejorar sus funciones, lograr que se pusiera de pie, potenciar sus habilidades cognitivas. Pero algo nuevo surgió como objetivo: Luego del horror, de sentirse completamente fuera de la vida como la había conocido, era muy importante que encontrara su nuevo lugar.

“El paciente neurológico crónico va a convivir con secuelas de por vida y probablemente con pérdidas funcionales permanentes”, relata Bustos. “Esta situación tan compleja y traumática posiblemente desvíe el foco al déficit funcional del paciente. Si bien esto es la base y el punto de partida, no puede ser la finalidad última. El paciente y su entorno- la familia, sobre todo – atraviesan un proceso de aprendizaje no solo en lo funcional, sino también a nivel de su propia identidad. En el proceso el paciente va a duelar, aceptar, integrar. A menudo se instalan dificultades en los procesos de rehabilitación que se relacionan con una negación del proceso de duelo, inciden en la colaboración de los pacientes en sus terapias, y disminuyen la efectividad de todo ese esfuerzo. La forma de trabajar en esta institución es transdisciplinaria, se incluyen disciplinas que puedan trabajar lo emocional, conductual y contextual puesto en juego”.

El tratamiento incluyó kinesiología, terapia ocupacional, fonoaudiología, estimulación neurocognitiva, psicoterapia, estimulación visual, trabajo social, arte y relevo de las barreras arquitectónicas. Los profesionales fueron al estudio donde trabajaba Charly antes del accidente, a la universidad, ya que le faltaban solo 8 materias para recibirse, a su casa, donde vivía con su mamá –  Alicia-  y contaba con asistencia especial. Organizaron un plan de rehabilitación intensiva, para tratar de desarrollar al máximo sus potencialidades y reeducar los patrones disfuncionales, con actividades individuales, grupales y en dupla terapéutica. Una vez por semana se reunía todo el equipo a evaluar y diseñar el tratamiento.

Los resultados comenzaron a notarse. Charly logró movilizarse con un andador, renovar sus estudios, disminuir su dependencia. Pero un día, sin razón aparente, entró en una meseta funcional. Charly, que nunca había dicho “hasta acá llegué”, necesitaba ahora un empujoncito más.

La misión personal 

Cuenta Karina Bustos que decidieron incluir algo novedoso, el Mindfullness, en el esquema de rehabilitación de Charly.

La palabra significa prestar atención de manera conciente a la experiencia del momento presente con interés, curiosidad y aceptación. Jon Kabat-Zinn introdujo esta práctica hace más de 30 años, para el tratamiento de problemas físicos, y psicológicos, dolor crónico y síntomas asociados al estrés.

Esto permitió a Charly realizar un cambio en la adecuación de su imagen inconsciente del cuerpo. Llevó al plano de la conciencia el accidente sufrido, sus consecuencias.

“Sumado a la psicoterapia, Charly empezó a preguntarse por su misión personal, que incluye la responsabilidad de ser uno mismo, sus dones y no solo sus habilidades. Este es un hito en su tratamiento. De dibujarse quieto y derrumbado en una silla pasó a hacerlo de pie y en movimiento”, comenta Bustos. También mejoró notablemente su escritura. “Ahora sí, era posible su proyecto de inclusión educativa y laboral”. Y él cuenta:” Tardé 10 años en poder caminar. Pero nunca, nunca, por suerte, dije basta. Si me tocó ésta, tengo que darle para adelante.”

Un sueño hecho realidad 

Charly descubrió entonces que le gusta ensamblar y reparar, la mecánica; y se puso a estudiar. El rugir de los motores lo llamaba de nuevo… Primero, hizo el curso de mecánica automotriz y luego, se especializó un año en motores de automóviles de alta competición. El equipo de AlunCo gestionó una pasantía no rentada en el único taller oficial de Ferrari y Maseratti en Argentina y allí es donde Charly hoy pasa horas disfrutando de su nueva actividad.

Con su sonrisa amplia, nos cuenta que hace poco fue su cumpleaños número 41. “Todos los años pasa lo mismo, digo que no quiero hacer nada. Pero después pienso que cómo voy a ser tan forro de no festejar mi cumpleaños”, dice… Y claro, cómo no va a festejar, si consiguió ganarle a la muerte y encontró una nueva vida.

 

Marisa Cortéz